La era iniciada después de la Segunda Guerra Mundial en el siglo pasado se caracterizó por el gran desarrollo de las fuerzas productivas, con un progreso tecnológico que enterró a la profecía malthusiana que nos condenaba a no poder mejorar nuestro nivel de vida. El crecimiento económico de la centuria pasada fue el mayor de toda la historia, esto ha sido muy importante, ya que el progreso económico es indispensable, pero debemos tener en cuenta que el medio ambiente y la biodiversidad deben ser preservados.

La globalización ha avanzado en los mercados de bienes y servicios. Todos los días somos informados sobre la cotización de los instrumentos financieros (bonos, acciones y divisas), también abunda la información diaria sobre los precios de cereales, petróleo, metales, minerales y muchos otros productos. Es razonable que esto ocurra porque se trata de información importante para el futuro global de las inversiones y el empleo, pero es importante tener presente que, además, existe otra información también diaria, aun más importante para la vida del hombre en esta Tierra, que es elaborada por el Observatorio de Mauna Loa (Hawai), administrado por el gobierno de EE.UU., a la cual se le presta menos atención. La primera cuantificación de la cantidad de CO2 que rodea el planeta se realizó en este Observatorio hacia 1960, cuando se registraron 316,91 ppm (partes por millón), mientras que el año pasado llegaron a 414,01. Para tener una idea de la fuerte aceleración en el crecimiento de este stock contaminante, señalemos que entre 1960 y 1980 aumentó 21,84 ppt, mientras que entre 2000 y 2020 este incremento de stock contaminante trepó 44,46 ppt.

Después de más de un siglo de industrialización y deforestación a gran escala, los gases de efecto invernadero en la atmósfera se han incrementado y acumulado como nunca antes en millones de años. Hay que distinguir el flujo anual de emisiones contaminantes con el stock acumulado en la atmósfera rodeando a la Tierra, ya que la pandemia está cambiando transitoriamente esta situación, porque la caída en el consumo de combustibles fósiles está reduciendo las emisiones de CO2 (el flujo, no el stock acumulado), que han sido inferiores el año pasado debido a la recesión global, pero esta no es una solución sustentable ni alcanza, ya que día a día sigue aumentando el CO2 acumulado en la atmósfera. En el Acuerdo de París los países acordaron volver a reunirse cada cinco años y revisar sus objetivos de reducción de CO2. Glasgow 2021 debería ser un encuentro en el que se acuerden metas más ambiciosas en los recortes de las emisiones de CO2. Hay una gran diferencia en las metas exigidas por la preservación de la Tierra y las decisiones vigentes en el área energética global.

Las consecuencias negativas del cambio climático han estado fuera de la ponderación económica, porque no se ha incluido el costo de los efectos perjudiciales que tienen en la salud, la producción y en la viabilidad de naciones que son vulnerables. La aspiración de los contaminantes de eludir la carga de la externalidad negativa del cambio climático complica la negociación en el ámbito de las Naciones Unidas. Esta externalidad global pone en riesgo el clima, que es un bien público global. Por esta razón, el reconocimiento de esta externalidad es crucial en la política energética. El cambio climático es un problema global, porque los gases de efecto invernadero se mezclan en la atmósfera y tienen el mismo impacto, no importa dónde se emitan.

El clima está cambiando como consecuencia de las actividades humanas, fundamentalmente por la combustión de fósiles y la deforestación. La Tierra ya ha experimentado un calentamiento en las últimas décadas y se prevé más calentamiento en los próximos años si no se aplican medidas acordadas en el nivel internacional. Los resultados serán más fenómenos meteorológicos extremos. En los últimos años las energías limpias vienen creciendo más rápido que las fósiles más contaminantes (carbón, petróleo), pero estas aún no se reducen lo suficiente para abatir las emisiones producidas por estos combustibles fósiles.

Al actual ritmo de aumento de las emisiones cruzaríamos el límite crítico de 450 ppm en la próxima década. Las Naciones Unidas advirtieron en la reciente Asamblea General que “el mundo está ardiendo y es urgente revertir el curso del cambio climático”. El mundo está lejos de los objetivos que se propuso hace cinco años en París y aún no hemos logrado acordar eficaces políticas internacionales. Es cierto que el mundo necesita el progreso económico como condición, aunque no siempre suficiente para eliminar la pobreza y la indigencia, por esta razón es necesario retomar el sendero del crecimiento económico, pero, al mismo tiempo, abatir las emisiones. Casi dos tercios de más de 1,2 millones de personas encuestadas en todo el mundo consideran el cambio climático una emergencia mundial, que exige tomar medidas para abordar la crisis, asegura la encuesta climática de la ONU difundida este año.

Ya se conoce el último informe sobre las emisiones difundido por las Naciones Unidas. En él se evalúan los estudios científicos sobre las emisiones, actuales y futuras, estimadas de gases de efecto invernadero, que se comparan con los niveles de emisiones admisibles para que el mundo progrese en la trayectoria de menor costo hacia la consecución de los objetivos del Acuerdo de París. En este informe se advierte que los compromisos contenidos en las propuestas de los países, en el marco de este acuerdo, no son adecuados para abatir las emisiones al ritmo requerido. Aún resulta posible mantener el calentamiento del planeta por debajo de 2 °C y 1,5 °C; sin embargo, si no se aumentan los compromisos vigentes en el Acuerdo de París, no será posible evitar superar la meta de 1,5 °C. Ahora más que nunca se requieren medidas urgentes y sin precedente por parte de todas las naciones.

El mundo ha cambiado mucho en las últimas décadas. En 1980, el principal contaminador global era EE.UU., con emisiones que representaban más del triple que las chinas. Ahora el mapa de la contaminación global es distinto al del siglo pasado por el cambio en el liderazgo económico, ya que China está emitiendo actualmente el doble de CO2 que EE.UU. Estos dos países representan hoy un tercio de las emisiones mundiales de origen energético. La misma magnitud que en 1980, pero cambió el liderazgo contaminador; por esta razón, fue una buena noticia que en la Asamblea General de la ONU en septiembre de 2020 el presidente de China, Xi Jinping, anunciara que su país tenía como objetivo eliminar las emisiones de carbono para 2060. Ha sido muy importante que con la elección de Biden EE.UU. se reincorporara al Acuerdo de París y que, además, convoque a una cumbre internacional climática el 22 de abril, Día de la Tierra, expresando en el mensaje inaugural de su gobierno: “Ya esperamos demasiado para hacer frente a esta crisis climática. No podemos esperar más”.

Miembro de la Academia Argentina de Ciencias del Ambiente