Por Alieto Guadagni para La Nación.

Recientemente, el Observatorio Meteorológico de los Estados Unidos establecido en Mauna Loa (Hawai), informaba que los gases CO2 acumulados en la atmosfera llegaban a 414 partes por millón (ppm), esto significa un aumento de 2,5 ppm en los ultimos 12 meses. A este ritmo en apenas 15 años cruzariamos la barrera crítica de los 450 ppm, requerida para que la temperatura global no se incremente 2 grados centígrados sobre el nivel preindustrial. La Tierra está sufriendo cambios climáticos que amenazan cada vez más con crecientes inundaciones, sequías, incendios, aumento del nivel del mar y deterioro de la producción de alimentos. Si no se toman medidas sin demoras será difícil adaptarse en el futuro a estos nocivos efectos.

Después de más de un siglo y medio de industrialización y deforestación las cantidades de gases de efecto invernadero en la atmósfera se han incrementado a niveles nunca vistos desde hace miles de años

Después de más de un siglo y medio de industrialización y deforestación las cantidades de gases de efecto invernadero en la atmósfera se han incrementado a niveles nunca vistos desde hace miles de años. Existen cuatro hechos que inciden en esta creciente amenaza global:

  • La mayor concentración de gases de efecto invernadero (GEI) está relacionada con la ascendente temperatura de la Tierra.
  • Esta concentración viene aumentando desde la Revolución Industrial y, con ella, la temperatura del planeta.
  • GEI más abundante, alrededor de dos tercios de todos los tipos de GEI, es el dióxido de carbono (CO2) que resulta de la quema de combustibles fósiles.
  • Una parte de la rentabilidad financiera del uso de los contaminantes combustibles fósiles se logra a expensas del clima y la atmósfera del mundo. La naturaleza hace que esa carga contaminante se desplace de manera intergeneracional, o sea, es un gravoso pasivo que nuestra generación le esta dejando a la próxima.

Ecosistemas tan diversos como la selva amazónica y la tundra antártica pueden estar llegando a umbrales críticos debido a su calentamiento y a la pérdida de humedad. Los glaciares de montaña también están retrocediendo de manera preocupante. La mayoría de los efectos negativos del cambio climático persistirá durante siglos, incluso si las emisiones se detienen tarde. Limitar el calentamiento global exige modificaciones en la energía, la industria, los edificios, el transporte y las ciudades. Las emisiones de CO2 de origen humano tendrían que reducirse drásticamente con respecto a los niveles actuales y seguir disminuyendo hasta alcanzar el «cero neto» hacia 2050.

El principal objetivo del Acuerdo de París /2015) fue definir la respuesta mundial a la amenaza del cambio climático manteniendo el aumento de la temperatura mundial por debajo de los 2°C con respecto a los niveles preindustriales y proseguir con los esfuerzos para limitar aún más el aumento de la temperatura a 1,5°C. Pero los avances han sido mínimos, ya que aún se necesita mucho más para neutralizar las emisiones contaminantes. que han venido creciendo desde la Revolución Industrial, impulsadas por el crecimiento económico de las ultimas décadas.

Las emisiones de 2019, originadas por los combustibles fósiles, fueron 136 por ciento mayores a las del año 1971. La pandemia esta cambiando transitoriamente esta situación, ya que la caída en la utilización de combustibles fósiles que se viene registrando esta reduciendo las emisiones de CO2, que se estima que este año serán las inferiores de la última década debido a la recesión económica global, pero esta no es una solución sustentable ni alcanza ya que, como decimos al inicio de esta nota, Mauna Loa nos alerta que día a día sigue aumentando sostenidamente el CO2 acumulado en la atmósfera.

Recuperar los niveles productivos perdidos por la recesión exigirá medidas fiscales y monetarias, que apunten a estos objetivos. Estas medidas deberían incluir un tratamiento orientado a la expansión de las actividades que contribuyan a reducir las emisiones; destaquemos las tecnologías industriales con menos consumo energético, la expansión de las energías limpias (solar, hidroeléctrica y eólica), la modernización con menos emisiones de la industria automotriz y del transporte público urbano e interurbano, la expansión del ferrocarril de cargas para reducir las emisiones, y la construcción de edificios con normas que apunten a la reducción del consumo energético. Al considerar el impacto ambiental de los nuevos vehículos eléctrico tendríamos que asegurar que el consumo eléctrico de estos vehículos sea abastecido por fuentes de generación de energía que sean «limpias». La aplicación de cargos a los gases de efecto invernadero, como un impuesto sobre el CO2, es un instrumento eficaz para promover el uso de combustibles más limpios y reducir el uso de la energía. Los impuestos sobre el carbono generan ingresos fiscales, que pueden ser utilizados para reducir los impuestos regresivos, como los impuestos al trabajo.

Si no se define una nueva política que apunte a evitar los daños del cambio climático, correremos el riesgo de tener una recuperación productiva cuando superemos la pandemia, pero también un repunte de las emisiones contaminantes. El objetivo global debe ser preservar el medio ambiente en el planeta que está siendo amenazado, no solo por la pandemia del coronavirus, que podrá ser superada gracias a las investigaciones científicas, sino también por estas emisiones contaminantes donde la amenaza es creciente y aún no hemos logrado acordar eficaces políticas internacionales. No sirve abatir las emisiones con recesión productiva y caída del empleo. Es necesario la adopción de nuevas tecnologías que no sean contaminantes, asegurando que cuando recuperemos los niveles productivos y de empleo, no dejemos de lado la necesidad de comenzar a transitar hacia una economía mas «limpia».

Un problema global requiere para su solución un acuerdo entre todas las naciones, en el mundo hay casi 200 naciones que participan anualmente de las reuniones convocadas por Naciones Unidas para encarar el cambio climático. Los progresos desde que comenzaron estas reuniones en 1995 han sido mínimos, ya que no ha sido posible coordinar una actitud eficaz por parte de quienes lideran mundialmente las contaminaciones, recordando que apenas seis participantes en estas reuniones representan nada menos que 2/3 de las emisiones (China, USA, UE, India, Rusia y Japón), sin ellos no hay solución. La próxima elección presidencial en los Estados Unidos, segundo contaminador mundial, es muy importante para el futuro climático ya que Trump desconoce el Acuerdo de París.

El mundo necesita el progreso económico como condición necesaria, aunque no siempre suficiente para eliminar la pobreza y la indigencia, por esta razón es necesario retomar rápidamente el sendero del crecimiento económico pero, al mismo tiempo, abatir las emisiones contaminantes. La buena noticia es que aún estamos a tiempo para hacerlo pero hay que empezar ya, la próxima década es nuestra última oportunidad.