En cualquier historiografía hay hitos, esos hitos coinciden usualmente
con hechos fundacionales, con descubrimientos, con hechos revolucionarios, con
victorias; pero también –y con parecida frecuencia- con derrotas;
con accidentes; con caídas etc. Estoy seguro que el año 2012 será un hito en la
historia energética argentina. ¿Por qué 2012 ?: porque ese
año el estado nacional argentino declaró de utilidad pública y expropió por ley
apoyada casi unánimemente en el Congreso Nacional el 51 % de YPF; y esta volvió
–parcialmente- al lugar de donde nunca debió salir.

La historia energética argentina tiene – como toda historia- sus hitos:
el descubrimiento del petróleo por el Estado nacional el 13
de diciembre de 1907; la declaración de la
reserva fiscal y la creación Dirección General de Hidrocarburos por el
Presidente José Figueroa Alcorta en 1908; la creación de YPF
en 1923 por el Presidente Alvear; la creación de Gas del Estado en 1945;
la puesta en marcha de la Central Nuclear de Atucha 1 en 1974; la
construcción de todos y cada uno de los grandes emprendimientos hidroeléctricos,
el mas emblemático de los cuales fue sin duda el Chocón en 1973; el
descubrimiento por parte de YPF de los yacimientos gigantes de gas natural en
Loma de la Lata;
la inauguración del gasoducto Neuba 2 en 1988; el logro del autoabastecimiento
energético en 1988.


Son hitos también mas modernos de esa historia las privatizaciones
totales de 1992 que incluyeron la venta de YPF y también la
desaparición definitiva de Agua y Energía Eléctrica, Hidronor
y Gas del Estado; la desnacionalización total de YPF en 1998;
el corte del gas a Chile en 2005; la pérdida del Autoabastecimiento energético
en 2010 y finalmente la ya mencionada expropiación de YPF en 2012. La
lista de hitos no es taxativa, y cada uno podrá ampliarla o
reducirla en función de su propia interpretación de los hechos históricos.

Una pregunta que cabe hacerse es si dado que los hitos son solo marcas,
es si la estatización del 51% de YPF tal como se hizo constituirá un hito
positivo que iniciará un proceso reparador; o
por el contrario, será el inicio de un proceso que profundice aún más la
declinación energética de nuestro país. Hoy no tengo respuesta a
esa pregunta.

En efecto, una descripción del sector energético a mediados de 2012 nos
dice sintéticamente lo siguiente: la producción de hidrocarburos argentina está
en declinación crónica, la de petróleo desde ProductID=»1998 ha» w:st=»on»>1998 ha caído en un 34% y la
de gas natural un 9 % desde 2004. La producción de petróleo
de junio de 2012 es menor a la de 2010 y lo mismo ocurre con el gas natural. Las
reservas comprobadas de petróleo son menores que las de hace
una década y las de gas natural –nuestro combustible más importante y mas
consumido- se han reducido dramáticamente siendo hoy la mitad en valores
absolutos de las que el país tenía 20 años atrás.

Ello se da en un contexto de demanda interna
creciente de derivados del petróleo; de gas natural y de energía eléctrica: el
resultado es que Argentina se convirtió en un importador energético creciente;
en un país que ha perdido el autoabastecimiento que exhibía desde hace
más de 20 años. A medidos de 2012 la importación sigue creciendo y este
año alcanzarán un record de unos 12.000 millones de u$s a
pesar que existen síntomas recesivos que se manifiestan en la disminución del
ritmo de crecimiento de la demanda.

Vale aclarar como nota colorida que aunque expropiamos el 51% de YPF; y
hubo festejos oficiales importantes, todavía no la hemos ni tasado, ni por
supuesto pagado; y ni siquiera sabernos sobre qué institución del estado
argentino recaerá la obligación de pagar. Entre tanto – como es lógico se
empiezan a desarrollar los planteos litigiosos por parte de quienes se siente
afectados en sus derechos.

La inversión de riesgo en materia petrolera, que es la inversión en
exploración para descubrir nuevos yacimientos es hoy menos de
la mitad que la que hacía la YPF estatal en la década del
80. Esto es de por si grave porque estamos hablando de un retroceso respecto a
lo que nuestro país realizaba un cuarto de siglo atrás. Consecuentemente con
ello los descubrimientos de nuevos yacimientos son considerablemente menores que
los que se realizaban en décadas anteriores. Esto nos lleva a una producción
menor en volumen, con rendimientos decrecientes, y de costo
creciente.

La inversión en la ampliación de refinerías tiene considerables atrasos
frente al crecimiento de la demanda interna de derivados del petróleo: nuestro
país debe recurrir a importaciones crecientes de gasoil para
abastecer su mercado interno.

El último gasoducto nuevo importante construido en
Argentina es el gasoducto Neuba II construido en el gobierno
del Presidente Alfonsín. El gobierno nacional anunció la construcción de un
nuevo gasoducto desde Bolivia en 2004, que aún no se inició, y que muy
probablemente nunca comience a ser construido.

Para completar el desalentador panorama actual digamos que la economía
energética argentina está en una situación pésima. El panorama generalizado es
el de una situación económico-financiera precaria que en algunos casos ha
llevado a las empresas a la cesación de pagos y a la convocatoria de acreedores.
Tanto en el sector eléctrico como en el transporte y distribución de gas
natural.

Un caso particular y actual es el de Metrogas está en convocatoria de
acreedores desde hace un tiempo, pero interesa destacar que es una situación que
atraviesan la mayoría de las empresas y es producto de la no aplicación de la
normativa, donde el Gobierno debe definir las tarifas justas y razonables, que
permitan el funcionamiento empresario de acuerdo a la metodología específica de
la propia ley.

Cuando esto no ocurre, y las tarifas quedan congeladas, crecen los
costos, se produce una economía inflacionaria con valores cercanos al 30% anual.
Este escenario da una insuficiencia de ingresos para afrontar los costos, y las
empresas comienzan a enfrentarse a los problemas de funcionamiento que se
observan en estos días. Una de los efectos no deseados de esta ilógica política
de congelamiento tarifario aplicada en este área es el crecimiento
indiscriminado de los subsidios a la energía que son insotenibles desde el punto
de vista presupuestario.

En este contexto no es aventurado pensar que el gobierno ante la
debacle empresaria intente repetir la jugada, o sea una vuelta al
pasado estatizando – como lo hizo en YPF- la totalidad del sector eléctrico y
gasífero de jurisdicción nacional. Me imagino que lo haría en un contexto de
relato épico, buscando como lo hizo en el caso de YPF, contar con el
acompañamiento y el apoyo del arco político opositor.

Sin embargo hay algo que subsiste sin resolver en en el sector
energético argentino; y que paradójicamente no es apreciado debidamente porque
el gobierno con sus aparatosas jugadas – que insisto-
al ser acompañadas por la mayoría del arco político
opositor no son sometidas a crítica y denuncia. Argentina tiene dificultades
serias para realizar inversiones de ampliación; Argentina tiene dificultades
para acceder al crédito a tasas razonables; argentina no es confiable para los
inversores externos; Argentina no cumple con su propia legislación; etc.

El ingeniero Galuccio, CEO de la estatizada YPF,
prometió el día de su asunción en el cargo presentar un Plan Estratégico
Empresario a los 100 días de hacerse cargo, el plazo de presentación de ese plan
vence el 14 de agosto próximo. Ha hecho un adelanto hace un mes, donde ha
esbozado algunas líneas de acción que requieren una inversión cuantiosa para los
próximos 5 años que llegan a los 38.500 millones de U$S que YPF no puede generar
con su propio giro. La pregunta es de donde saldrán esos fondos, y con qué
eficiencia los mismos serán invertidos en la compañia.

Si esa pregunta no pudiera ser contestada – ¿quién pone la plata y en
qué condiciones legales?- me temo que el estado podría haberse cargado con una
responsabilidad imposible cumplimiento, y los efectos negativos serán para
el gobierno puro costo – ahora si- indisimulables.

Resumen: final abierto.

26 de julio de 2012