En el día de ayer la Comisión de Energía de la Fundación Alem organizó una reunión a la cual asistí y que estuvo destinada a analizar la Agenda Energética 2021. La cuestión central giró alrededor de la presentación del Informe Anual 2020 del Instituto Argentino de Energía General Mosconi (IAE). El panel de expositores contó con la presencia de Jorge Lapeña -Presidente del IAE-, Nicolás Gadano y con la coordinación de Alejandro Einstoss, ambos economistas de reconocida trayectoria en el sector energético. La reunión me pareció no sólo excelente en cuanto a la calidad de las exposiciones, sino que además me resultó extraordinariamente eficaz: en poco tiempo los panelistas contribuyeron a dibujar un panorama de gran claridad permitiendo entender los desafíos principales.

 

El contenido de las presentaciones y el debate del panel que siguió a las mismas me animan a sintetizar e interpretar algunas de las ideas que escuché. Las he resumido seleccionando 10 cuestiones principales. Antes de entrar en materia corresponden algunas aclaraciones. La primera y central, mi lectura está lejos de aquella que haría un experto en energía. Carezco de tales conocimientos. Se trata, simplemente, de un intento por plasmar en apuntes lo que juzgo como los temas que más me llamaron la atención. Por razones análogas, los errores de interpretación son mi responsabilidad y no pueden ser atribuidos a los miembros del panel. Segundo, si mi selección tiene algún sesgo es, en todo caso, el ángulo de lectura que hace un economista. Tercero, varios de los puntos que se mencionan forman parte de un universo más amplio -el mundo de la energía en Argentina- que yo atravieso sin la contextualización adecuada. Finalmente, el decálogo que ensayo a continuación no pretende ser exhaustivo ni agotar cada una de las cuestiones que se identifican.

 

A pesar de las prevenciones anteriores creo que la tarea es válida. Aquí va.

 

  1. Decadencia productiva

Argentina se encuentra en una trayectoria declinante de su producción de hidrocarburos. La producción de petróleo actual es 56% del registro de 1998, año donde se alcanza el máximo. En el gas el panorama es similar: en 2020 la producción fue inferior a la registrada en 2010. No se trata de una caída coyuntural de la oferta, sino que es una decadencia de largo plazo donde se conjugan la falta de inversiones, cambios e incertidumbres regulatorias, falta de planificación y volatilidad de los precios de la energía.

La reversión de esta situación no reposa en la magia de una “bala de plata”. Se requiere un replanteo integral y consistente que brinde un horizonte para la inversión que permita la recuperación de la producción.

 

  1. Con la macro no alcanza, pero sin la macro es imposible.

Argentina convive con una macroeconomía frágil que presenta un tríptico de restricciones especialmente relevantes para el sector energético: inflación y volatilidad de precios relativos, restricciones del régimen cambiario y limitaciones en el acceso al crédito. Si el objetivo es revertir la declinación productiva, no hay manera de eludir estas condiciones que estarán presentes por un tiempo bastante prolongado. Estos factores condicionan los niveles y evolución temporal de los precios energéticos, la conexión del sector con el comercio internacional y la programación de inversiones.

En síntesis, cualquier estrategia sectorial debe ser compatible y requiere una relación estrecha con el diseño de la política económica. Este aspecto no sólo tiene una dimensión conceptual. Aconseja también una organización apropiada de la estructura estatal encargada de tomar decisiones en el sector. La coordinación entre Hacienda y Energía resultan clave.

 

  1. La energía cuesta… los subsidios al consumidor, también.

Los precios de la energía eléctrica que actualmente paga la demanda, especialmente la de tipo residencial no reflejan los costos de producción ni la escasez de los recursos energéticos. Esto no se trata de un desvío transitorio o coyuntural. Es una modalidad de fijación de precios que parece estar definitivamente instalada. La sustitución del mecanismo de precios por subsidios del Tesoro no resuelve el problema. La distorsión tiene consecuencias porque los consumidores creen que la energía es barata cuando, paradójicamente, Argentina enfrenta cada vez costos mayores de producción. Abaratar los combustibles fósiles nos ubica, además, en las antípodas de un mundo que converge hacia la disminución de emisiones de carbono. Son varias las razones que aconsejan revisar los precios y tarifas con criterios económicos. Esto no se contrapone con aplicar selectivamente y de manera focalizada subsidios a través de la tarifa social.

 

  1. En grado muy diferente, el petróleo y el gas son bienes transables.

Como es sabido el petróleo es un commodity transable en mercados internacionales. El gas se acerca de manera creciente a compartir características similares, aunque los costos de transporte y procesamiento (GNL) son mayores. Sin embargo, en Argentina los precios de la energía primaria no tienen mayor conexión con los valores que se operan internacionalmente -en ocasiones aplicamos el “barril criollo”, aplican restricciones al comercio del crudo y las licitaciones domésticas de gas no son competitivas. Este escenario puede ser corregido. En el caso del petróleo se pueden establecer condiciones para abrir el mercado permitiendo las exportaciones e importaciones de crudo. Complementariamente y con la finalidad de evitar fluctuaciones bruscas de los valores así resultantes se podría diseñar un mecanismo para disminuir la volatilidad de las cotizaciones.

En el gas la situación es diferente: la principal dificultad es que aún con licitaciones periódicas de volúmenes, la estructura de mercado no es competitiva -hay muy pocos oferentes. Es necesario introducir elementos de competencia y regulación para abaratar costos. Algunas opciones: uno, obtener mayores volúmenes de gas Bolivia a menor precio; dos, utilizar los precios de referencia de mercados competitivos para establecer precios de referencia en las licitaciones -los expertos aconsejan, por ejemplo, tomar la cotización del Henry Hub del mercado estadounidense. Por tanto, hay elementos para inducir el desempeño de esos mercados de manera que operen en condiciones más próximas a los precios internacionales.

 

  1. Los precios de los hidrocarburos -gas y petróleo- tienen entonces relación con precios internacionales.

Esta es una característica estrechamente ligada a la anterior y que no necesita mayor explicación. La consecuencia práctica es que los precios de los hidrocarburos comenzarán a estar en línea con los precios internacionales. Este debería ser el principio rector y al cual se puede converger de manera gradual.

 

  1. La falta de condiciones competitivas en el mercado de energía primaria permite la existencia de una coalición cuyo objetivo es capturar la renta del sector.

Como en Argentina ha predominado un sector energético mayormente cerrado al comercio y en condiciones poco competitivas, la situación ha sido propicia para el surgimiento de una coalición de intereses cuyo propósito principal es maximizar la captura de la renta de los hidrocarburos. Esta es una coalición donde se dan cita varios actores: las provincias productoras, la industria y los sindicatos del sector. Estas conductas corporativas poseen importantes resortes de poder, capacidad de bloqueo y dominan la escena. En ocasiones, estas conductas corporativas son superiores a la capacidad regulatoria del Estado y de los consumidores en general.

 

  1. Vaca Muerta no es “otra pampa húmeda”.

Es necesario distinguir entre ficción y realidad. Si bien el yacimiento de Vaca Muerta (VM) es muy importante no es otra pampa húmeda y está lejos de aportar 35 mil millones de dólares de exportaciones, como lo hace el complejo de cereales y oleaginosas. Más aún, tomando en consideración los precios internacionales del gas, los desarrollos tecnológicos de esta actividad y los costos logísticos para la provisión de insumos destinados a la extracción, el mayor potencial no se encuentra en el gas no convencional. La viabilidad de éste requiere de subsidios a la producción e infraestructura que el sector privado no está dispuesto a hacer y que el sector público no puede financiar. El sesgo hacia el gas no convencional que ha adquirido VM se explica más bien por las presiones corporativas antes mencionadas que por nociones de racionalidad económica. En cambio, VM parece tener mayor potencial para la explotación del petróleo no convencional.

 

  1. Diversidad productiva.

Desde el punto de vista productivo en el sector energético se dan cita una amplia cantidad de actores que están presentes en los diferentes segmentos -producción, transporte y distribución-, donde convive el sector privado y el sector público. Entre todos ellos se destaca YPF.

Afectado por una macroeconomía frágil y finanzas públicas exhaustas, las posibilidades de inversión del sector público son extremadamente bajas. La reversión de la declinación productiva que se mencionó al principio reposa entonces en la participación y ampliación de la presencia del sector privado. Sin embargo, la convocatoria al mismo debe hacerse en el marco regulatorio y de planes estratégicos adecuados. Dos ejes importantes para el mismo serían, como se ha mencionado, por un lado, precios de la energía primaria conectados a valores internacionales y, por otro lado, moderar las influencias de la corporación sectorial a través de una mayor competencia y de marcos regulatorios consistentes.

 

  1. Matriz energética y desarrollo sostenible.

La matriz energética argentina está dominada (85%) por combustibles fósiles. De otro lado, la reconversión energética ha comenzado. Esta es una premisa básica del actual plan de recuperación europea y la administración Biden ha dado pasos en el mismo sentido. Si quedamos anclados en una alta dependencia de los hidrocarburos tendremos dificultades en varios planos: en el acceso a mercado de nuestras exportaciones y en la imposibilidad adecuarnos a cambios tecnológicos que están en marcha.

Esto plantea la necesidad de diversificar las fuentes de generación por energías alternativas. Entre otras medidas, este cambio requiere inversiones y exige la adopción de precios de la energía que brinden las señales del caso.

 

  1. Necesidad de planificación.

El sector energético es de gran complejidad, altamente intensivo en capital y la maduración de las inversiones es de largo plazo. Además, como se ha señalado, en él conviven la oferta privada y estatal. Ocurre sin embargo que el mercado no está en capacidad para ofrecer las soluciones necesarias. Hay ciertamente margen para mejoras, pero la situación actual no reposa en un esquema regulatorio solvente. Conviven orientaciones fragmentarias con distintos objetivos y propósitos.

Para revertir la decadencia productiva y evitar la captura rentística se requiere una planificación estratégica por parte del Estado y una programación orientadora del corto y mediano plazo. La labor no sólo es técnica, sino que es necesario un consenso amplio sobre la orientación del desarrollo energético y de sus implicaciones para el resto del sistema productivo.

Llama la atención que el Consejo Económico y Social recientemente constituido haga referencia en su agenda a la transición energética, pero sin mencionar siquiera un planteo más integral sobre el sector. Quizás haya habido una omisión. Pero también es probable que hayan predominado intereses sectoriales que no ven la necesidad de un debate abierto e informado de cuáles son las opciones para un desarrollo sustentable de la energía.

Publicado en Nuevos Papeles el 6 de Marzo de 2021